jueves, 11 de octubre de 2012

Delirios de un bidé

‘Me da exactamente igual si te acuestas con él y luego acudes a mí para purgar los excesos de vuestras pasiones. Que con el paso de los años hayas optado, incluso, por darme la espalda y no me mires a la cara. Me da igual.
No te reprocho que por las mañanas no me acaricies como hacías antes. Soy consciente de que la rutina quema y deprime a partes iguales. Qué me vas a contar a mí, que llevo más de veinte años entre estas cuatro paredes.
Y tengo motivos de sobras para echártelo en cara. Nadie te conoce y te entiende como yo, lo sabes. Hay confianza suficiente como para que me cuentes qué te pasa. Pero ni siquiera eso te reprocho.
Si me duele que hayas cambiado no es por nada de todo esto. Tú no eras así, lo sabes perfectamente. Tú eras una mujer con actitud y carácter, ajena al qué dirán. Y ahora… Ahora te ha dado por rasurarte. Por creerte más joven. Ahora, justamente ahora, cuando empiezan ya a salirte canas. Eso es lo que no te perdonaré nunca. Tú no eras así’.


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