Como quiera que... Joder. Tú empiezas un escrito diciendo 'como quiera que' y parece que vayas a postular sobre política, religión, ciencias exactas o, por qué no, fútbol. Y la gente que te lee piensa instantáneamente: 'Este chico... Ojo con él, ¿eh?... Parece que...'. Parece. Parecer. Apariencia.
La apariencia, las formas de hacer o decir las cosas, es fundamental. Es muy importante impactar, para bien o para mal, a la gente. Si la gente es impactada se torna maleable a más no poder; es sencillísimo entonces traerla a tu terreno y hacer con ella lo que te venga en gana -siempre, evidentemente, dentro de los márgenes que establece el Código Civil; y si no es posible por hache o por be, por lo menos dentro de los del Código Penal.
Qué mejor ejemplo que la mendicidad. Cualquiera ve a un señor con chaqueta y pantalón de pinza pidiendo en una esquina y como que no. Le falta algo. Le falta lo que los publicistas llaman gancho. Ahora bien, si al mendigo sigue faltándole algo, pero en este caso hablamos ya de las piernas a la altura de las rodillas, pues estaremos de acuerdo en que empezamos a tomarlo en serio. ¿Sí o no? Es decir, estamos ante un mendigo de manual, un mendigo que se ha ganado a pulso su parcela en cualquier esquina. Un mendigo que tú te crees, si bien no quiere esto decir que le vayas a dar ni los buenos días, que una cosa tampoco quita la otra. La credibilidad y el mérito nunca han ido obligatoriamente unidos al reconocimiento, al beneficio, al dinero merecido. Un mendigo sin piernas es un buen ejemplo, como también lo son las cúpulas directivas de buena parte de las grandes empresas españolas. Aunque ese es otro tema.
Como quiera, decía, que mi desequilibrio mental no remite, que los visos de que ha decidido quedarse son más que acusados, no me ha quedado más remedio que crear otro blog. La idea es que sea algo terapéutico, catártico, donde ir regurgitando lo que me pase por la cabeza y yo considere, asesorado por el equipo de ocho psicoanalistas al que acudo una vez por semana, que no es adecuado mantenerlo dentro. Yo estas cosas me las tomo muy en serio. Hay pensamientos que si se enquistan en tu cabeza, se gangrenan y pueden llegar a ser incluso letales. Bueno, sin ir más lejos, de ahí la frase 'hay tumores que matan'.
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