Ayer…
¿Ayer? Sí, ayer, ayer mantuve un pequeño debate en Facebook sobre si era lícito
o no reírse del circo que se monta en nuestro país cada vez que llega la Semana
Santa. Si me conocéis lo suficiente, habréis llegado a la conclusión inmediatamente,
sin consultar la Wikipedia ni utilizar el comodín de la llamada, de que yo soy de los que se ríen. Y mucho.
Aquellos a los que no les parece bien que yo me ría alegan que hay que ser respetuoso con las
creencias de la gente, de los católicos en este caso, religión mayoritaria en
nuestro país. Con el catolicismo, algo tan especial para ellos y para mí tan
poco.
Líbreme Dios, al hilo del tema, sin embargo, de no respetar las creencias
de nadie, ni de ponerlas en cuestión ni de nada por el estilo. De la misma manera
que ellos habrían de respetarme a mí cuando, si algo me hace gracia, se me
escape la risa. Cuando en pleno siglo XXI, por ejemplo, alguien reniega del uso del preservativo. ¿O acaso no es gracioso?
Pero
yo voy un poco más allá y les pongo un ejemplo a los católicos practicantes.
Imaginad que yo un día hago un chiste sobre, no sé, los buñuelos de bacalao, y
hay alguien para el que los buñuelos de bacalao suponen algo muy especial y no
tolera mis bromas. ¿Qué hago? ¿Me disculpo? Si tengo que disculparme -no hay
problema- exigiré, eso sí, al Ministerio de Interior, al Tribunal Supremo o a
quien corresponda que publique inmediatamente en el BOE una lista sobre lo que
se puede bromear y sobre lo que no se puede bromear en este país. Y así un
servidor no volverá a dar más pasos en falso.
Un
católico volverá a alegar: ‘Hombre, no me puedes comparar un buñuelo de bacalao con
la Semana Santa’. Y, ¡ajá!, ahí es donde yo quería llegar. Es decir, ese
católico se cree con la exclusividad en cuanto a creencias y sentimientos. O
dicho de otra manera: un muñeco de escayola que recibe vítores y aleluyas a su
paso vale más y merece más
respeto que un buñuelo de bacalao. Él pide respeto por lo suyo pero no le tiene
ninguno a los que sienten algo por tan rico producto de la freiduría patria.
Y
es que te tienes que reír sí o sí, ¿o no?
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