jueves, 11 de octubre de 2012

Delirios de un bidé

‘Me da exactamente igual si te acuestas con él y luego acudes a mí para purgar los excesos de vuestras pasiones. Que con el paso de los años hayas optado, incluso, por darme la espalda y no me mires a la cara. Me da igual.
No te reprocho que por las mañanas no me acaricies como hacías antes. Soy consciente de que la rutina quema y deprime a partes iguales. Qué me vas a contar a mí, que llevo más de veinte años entre estas cuatro paredes.
Y tengo motivos de sobras para echártelo en cara. Nadie te conoce y te entiende como yo, lo sabes. Hay confianza suficiente como para que me cuentes qué te pasa. Pero ni siquiera eso te reprocho.
Si me duele que hayas cambiado no es por nada de todo esto. Tú no eras así, lo sabes perfectamente. Tú eras una mujer con actitud y carácter, ajena al qué dirán. Y ahora… Ahora te ha dado por rasurarte. Por creerte más joven. Ahora, justamente ahora, cuando empiezan ya a salirte canas. Eso es lo que no te perdonaré nunca. Tú no eras así’.


lunes, 8 de octubre de 2012

Estás estupenda (o no)

Las diferencias de género entre chicas y chicos son más que evidentes. No, no estoy hablando de la capacidad pulmonar o la resistencia física de unas y otros, ni tampoco de quién tiene más pelos en las piernas, no. Yo me refiero a algo más importante: la forma de ser.
Líbreme Dios de generalizar, algo que considero totalmente injusto porque no es justo. Ahora bien, tengo el virtuoso defecto de fijarme en lo que me rodea y extraer conclusiones. Erróneas, es posible, no digo que no, pero conclusiones al fin y al cabo. Y como la contraseña de este blog sólo la tengo yo, pues aquí únicamente son publicables mis conclusiones.
La forma de ser, decía, es algo que nos diferencia entre el sexo masculino y el femenino. Yo tengo ya una edad y, digamos, no se podría contar con los dedos de la mano las veces que he salido con mis amigos. Para salir hay que arreglarse, ¿o no? Pues igual no lo creéis, pero a mí ningún amigo me ha dicho nunca, por ejemplo, qué bien me queda esa camiseta. No sólo eso sino que si lo ha hecho, mientras lo hacía le daba con el codo al que tenía al lado y le guiñaba un ojo, extrayendo yo, una vez más, una conclusión: mi camiseta le parecía una puta mierda. Estaba siendo sarcástico, pero me lo estaba siendo a la cara.
Teniendo en cuenta que acabo de hablar de los chicos y ahora voy a empezar con las chicas, seguro que más de una y más de uno ya empiezan a intuir lo que intento decir.
Hay amigas y amigas, no nos engañemos. Hay amigas que sólo lo son porque sus respectivos novios SÍ son amigos, y luego están esas amigas que se cuentan las cosas y/o han ido juntas a algún concierto de Alejandro Sanz, por poner un ejemplo (ilustrativo).
Cuando una amiga –del primer grupo, sobre todo, aunque no sea una afirmación excluyente- le dice a otra que le gustan mucho sus zapatos, en realidad piensa que, aunque sea muy difícil descifrarlo en su rostro (esto es un arte y por eso habría de ser felicitada), los suyos son, como mínimo, mil veces mejores (‘y seguro que le han costado una pasta y yo me los he comprado en el Primark’, pensará al mismo tiempo). La interlocutora tal vez se huela algo, pero automáticamente quiere pensar que no, que lo dice en serio. Eso sí, por si acaso, sólo por si acaso, le dirá que a ella le sientan de maravilla esos pendientes (‘del mercadillo, seguro’, apostillará para sí).
Las chicas son más listas que los chicos, no me cabe duda. Yo a mis colegas los pillaba enseguida cuando se reían de mis camisetas. A una chica es muy complicado darle caza en este sentido. Cuando opina sobre los zapatos, el peinado o, por qué no, el escote de una rival, su cara ofrece un semblante indescifrable, al más puro estilo Mona Lisa.
Y si los estudiosos de medio mundo no han podido desvelar todavía si la modelo de Leonardo da Vinci reía o no, ¿qué podemos esperar de una choni del siglo XXI?





sábado, 6 de octubre de 2012

Tomar las cosas en serio

Como quiera que... Joder. Tú empiezas un escrito diciendo 'como quiera que' y parece que vayas a postular sobre política, religión, ciencias exactas o, por qué no, fútbol. Y la gente que te lee piensa instantáneamente: 'Este chico... Ojo con él, ¿eh?... Parece que...'. Parece. Parecer. Apariencia.
La apariencia, las formas de hacer o decir las cosas, es fundamental. Es muy importante impactar, para bien o para mal, a la gente. Si la gente es impactada se torna maleable a más no poder; es sencillísimo entonces traerla a tu terreno y hacer con ella lo que te venga en gana -siempre, evidentemente, dentro de los márgenes que establece el Código Civil; y si no es posible por hache o por be, por lo menos dentro de los del Código Penal.
Qué mejor ejemplo que la mendicidad. Cualquiera ve a un señor con chaqueta y pantalón de pinza pidiendo en una esquina y como que no. Le falta algo. Le falta lo que los publicistas llaman gancho. Ahora bien, si al mendigo sigue faltándole algo, pero en este caso hablamos ya de las piernas a la altura de las rodillas, pues estaremos de acuerdo en que empezamos a tomarlo en serio. ¿Sí o no? Es decir, estamos ante un mendigo de manual, un mendigo que se ha ganado a pulso su parcela en cualquier esquina. Un mendigo que tú te crees, si bien no quiere esto decir que le vayas a dar ni los buenos días, que una cosa tampoco quita la otra. La credibilidad y el mérito nunca han ido obligatoriamente unidos al reconocimiento, al beneficio, al dinero merecido. Un mendigo sin piernas es un buen ejemplo, como también lo son las cúpulas directivas de buena parte de las grandes empresas españolas. Aunque ese es otro tema.
Como quiera, decía, que mi desequilibrio mental no remite, que los visos de que ha decidido quedarse son más que acusados, no me ha quedado más remedio que crear otro blog. La idea es que sea algo terapéutico, catártico, donde ir regurgitando lo que me pase por la cabeza y yo considere, asesorado por el equipo de ocho psicoanalistas al que acudo una vez por semana, que no es adecuado mantenerlo dentro. Yo estas cosas me las tomo muy en serio. Hay pensamientos que si se enquistan en tu cabeza, se gangrenan y pueden llegar a ser incluso letales. Bueno, sin ir más lejos, de ahí la frase 'hay tumores que matan'.