viernes, 23 de noviembre de 2012

Vivir por encima de tu puta madre

Mi amigo Kevin José tiene 28 años y no consiguió sacarse la ESO. No consiguió sacarse la ESO, es cierto, pero en cambio es un experto en macroeconomía. Y de los buenos, además; de los que hacen del bien una causa y ponen en ello todo su empeño.
Kevin José, aunque pudo, como todo el mundo, no compró piso, sino que lo alquiló. Experto, como digo, en macroeconomía, era consciente de que tarde o temprano pasaría algo.
Con nosotros se ponía muy pesado. Nos decía que no pidiésemos tantos créditos, que no nos embarcásemos en la aventura de comprar una vivienda de 300.000 euros, que pensásemos en el futuro, que alquilar era más sensato. Que si no veíamos la tele, nos preguntaba; si no prestábamos atención a los informativos, en los que tanto políticos como banqueros, día sí, día también, ofrecían ruedas de prensa advirtiendo del peligro de endeudarse hasta las cejas. En las que auguraban un cambio drástico de tendencias y que, más pronto que tarde, todo esto podría saltar por los aires.
Y, como dice mi madre, "en efeto". Todo esto saltó por los aires.
No prestamos atención, es cierto. Y ahora hemos perdido el trabajo y la casa, y hemos ganado deudas, deudas y más deudas como consecuencia de haber pedido créditos, créditos, tantos créditos.
A mí me da vergüenza ir a una sucursal bancaria y mirar a la cara al director. Me avergüenzo de no haber seguido sus consejos. Ni siquiera soy capaz de acudir a un mitin político por miedo a que el candidato me vea entre el público, me señale con el dedo y grite: “¡Os lo dije!”.
Cuánta razón tienen al afirmar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Pero si yo me siento realmente mal conmigo mismo, avergonzado, es por no haber seguido los consejos y las advertencias de Kevin José. Ni las ruedas de prensa de políticos y banqueros.

jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Prohibido reírse de la Semana Santa?


Ayer… ¿Ayer? Sí, ayer, ayer mantuve un pequeño debate en Facebook sobre si era lícito o no reírse del circo que se monta en nuestro país cada vez que llega la Semana Santa. Si me conocéis lo suficiente, habréis llegado a la conclusión inmediatamente, sin consultar la Wikipedia ni utilizar el comodín de la llamada, de que yo soy de los que se ríen. Y mucho.
Aquellos a los que no les parece bien que yo me ría alegan que hay que ser respetuoso con las creencias de la gente, de los católicos en este caso, religión mayoritaria en nuestro país. Con el catolicismo, algo tan especial para ellos y para mí tan poco. 
Líbreme Dios, al hilo del tema, sin embargo, de no respetar las creencias de nadie, ni de ponerlas en cuestión ni de nada por el estilo. De la misma manera que ellos habrían de respetarme a mí cuando, si algo me hace gracia, se me escape la risa. Cuando en pleno siglo XXI, por ejemplo, alguien reniega del uso del preservativo. ¿O acaso no es gracioso?
Pero yo voy un poco más allá y les pongo un ejemplo a los católicos practicantes. Imaginad que yo un día hago un chiste sobre, no sé, los buñuelos de bacalao, y hay alguien para el que los buñuelos de bacalao suponen algo muy especial y no tolera mis bromas. ¿Qué hago? ¿Me disculpo? Si tengo que disculparme -no hay problema- exigiré, eso sí, al Ministerio de Interior, al Tribunal Supremo o a quien corresponda que publique inmediatamente en el BOE una lista sobre lo que se puede bromear y sobre lo que no se puede bromear en este país. Y así un servidor no volverá a dar más pasos en falso.
Un católico volverá a alegar: ‘Hombre, no me puedes comparar un buñuelo de bacalao con la Semana Santa’. Y, ¡ajá!, ahí es donde yo quería llegar. Es decir, ese católico se cree con la exclusividad en cuanto a creencias y sentimientos. O dicho de otra manera: un muñeco de escayola que recibe vítores y aleluyas a su paso vale más y merece más respeto que un buñuelo de bacalao. Él pide respeto por lo suyo pero no le tiene ninguno a los que sienten algo por tan rico producto de la freiduría patria.
Y es que te tienes que reír sí o sí, ¿o no?