Mi amigo Kevin José tiene 28
años y no consiguió sacarse la ESO. No consiguió sacarse la ESO, es cierto,
pero en cambio es un experto en macroeconomía. Y de los buenos, además; de los
que hacen del bien una causa y ponen en ello todo su empeño.
Kevin José, aunque pudo,
como todo el mundo, no compró piso, sino que lo alquiló. Experto, como digo, en
macroeconomía, era consciente de que tarde o temprano pasaría algo.
Con nosotros se ponía muy
pesado. Nos decía que no pidiésemos tantos créditos, que no nos embarcásemos en
la aventura de comprar una vivienda de 300.000 euros, que pensásemos en el
futuro, que alquilar era más sensato. Que si no veíamos la tele, nos
preguntaba; si no prestábamos atención a los informativos, en los que tanto
políticos como banqueros, día sí, día también, ofrecían ruedas de prensa
advirtiendo del peligro de endeudarse hasta las cejas. En las que auguraban un
cambio drástico de tendencias y que, más pronto que tarde, todo esto podría
saltar por los aires.
Y, como dice mi madre, "en efeto". Todo esto saltó por los aires.
Y, como dice mi madre, "en efeto". Todo esto saltó por los aires.
No prestamos atención, es
cierto. Y ahora hemos perdido el trabajo y la casa, y hemos ganado deudas,
deudas y más deudas como consecuencia de haber pedido créditos, créditos,
tantos créditos.
A mí me da vergüenza ir a
una sucursal bancaria y mirar a la cara al director. Me avergüenzo de no haber
seguido sus consejos. Ni siquiera soy capaz de acudir a un mitin político por
miedo a que el candidato me vea entre el público, me señale con el dedo y
grite: “¡Os lo dije!”.
Cuánta razón tienen
al afirmar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Pero si yo me
siento realmente mal conmigo mismo, avergonzado, es por no haber seguido los
consejos y las advertencias de Kevin José. Ni las ruedas de prensa de políticos y banqueros.