No es que yo le pida a un chico de la ESO que me recite de carrerilla una pasaje de La Regenta. No se lo pido, entre otras cosas, porque hace nosecuántos que me lo leí y los hay tan putas que a lo mejor se lo inventa para dejarme tranquilo. Los hay muy putas, os lo juro.
No es que yo le pida tampoco a un mozo que empieza a afeitarse el bigotillo que me hable de senos, cosenos y logaritmos neperianos. Y no lo hago porque a mí las matemáticas, vive Dios, me la sudan tanto como a todos los 4º de la ESO del Reino de España juntos. O más.
No le pido tampoco que me haga el pino-puente (yo siempre lo he escrito con guión; oye, cada uno es como es), porque es que, además, no creo que nadie entre en una entrevista de trabajo caminando boca arriba ayudándose de sus cuatro extremidades. Digo yo, ¿eh?, que luego hay de todo, ojo.
Yo sólo le pido a los zagales que sean educados, caramba. Que los adolescentes con los que me he cruzado últimamente sólo me han dicho "por favor" y "gracias" para pedirme tabaco. Que tiene narices la cosa, oye.
Que no hay que empollar para aprender esto, criaturas. Que no vale dinero. Que nadie va a deciros que sois unos nenazas -a vosotros- ni unas pijas -a vosotras-. Que el mundo sería mucho mejor.
Sólo eso.