Pongo la radio. Comienza el
programa La ventana, en la Cadena SER. Y empiezan hablando del inminente
estreno de Lo imposible. Diez minutos poniendo por las nubes todo: guión,
actores, director… Tienen allí a Carlos Boyero, crítico de cine de El País de
casi sesenta años, toda una institución que nada más ser preguntado suelta: "La primera media hora de Lo imposible es cine en estado puro como no he visto en
muchos años”. Pienso: ¡Coño! Que es Carlos Boyero.
Ese fin de semana vamos un montón
de amigos a ver la película. La publicidad ha hecho estragos y hemos de hacer
una cola interminable. Entramos, cogemos buenos sitios y a ver qué pasa. La
película empieza muy bien, he de reconocerlo: el hotel en el que transcurre la
primera parte de la película es precioso.
Luego llegan la señora ola y los
efectos especiales. Nada del otro mundo, a mi humilde entender, teniendo en cuenta que hace
más de 20 años ya de Terminator 2.
“¿Ésta es la primera media
hora de vértigo de la que hablaba Carlos Boyero? Pues no sé yo…”, me pregunto
mientras engullo palomitas. “Voy a darle un poco más de margen, a ver”, me
respondo sorbiendo SevenUp.
Y lo que viene después, pues
no sé cómo decirlo. La familia Belón queda diseminada por Tailandia tras el
tsunami; pero claro, luego son ellos, los cinco, los que han contado la
historia a Juan Antonio Bayona, el director. Hay un momento en que crees que la
madre ha muerto; pero claro, luego son ellos, los cinco, los que han contado la
historia a Juan Antonio Bayona, el director. Se extravían los dos hijos
pequeños; pero claro, luego son ellos, los cinco, los que han contado la
historia a Juan Antonio Bayona, el director. Es decir, vamos a ver… ¿Dónde
cojones está la intriga? Y eso por no hablar de la historia en sí, que no tiene
ningún tipo de interés.
Una cosa sí que he de
reconocer. Hubo momentos en que se me humedecieron los ojos... Sí, lloré, ¡qué pasa!... Pero lo que quiero decir es que eso me pasa
con las películas de los domingos a las cuatro de la tarde de Antena 3. Y NO ES
PRECISAMENTE CINE EN ESTADO PURO. Y diré más: el director, consciente de que su
película ha costado una pasta y que por sí misma no iba a tener ningún tipo de tirón, tira
-valga la redundancia- constantemente del tocamiento de fibra ajeno para impresionarnos. Ya sabéis,
¿no? Escenas tiernas acompañadas de música sensiblona, esa música que nos avisa
de que tenemos que empezar a llorar. Que nos dice: ¡Ahora! ¡A llorar! Y así, querido tocayo, no; así no, Bayona.
Eso no está bien y lo sabes.
"Oye,
pues si ha tenido tanto éxito por algo será". Claro, es verdad. Pero por esa
regla de tres, como también he escuchado por ahí, los McDonald’s serían los
mejores restaurantes del mundo, ¿no?
Se da el caso que el fin de
semana siguiente estuve en una fiesta ochentera en la sala Demonix, en
Hospitalet de Llobregat, con mi amigo David Bravo. Ya en la pista, me dice
David que mire al que pincha, que es el hermano de Juan Antonio Bayona, el
director de Lo imposible. Suerte que David mide metro noventa y me sujetó,
porque yo estaba dispuesto a subir allí, tirarle el cubata en la tabla de
mezclas y gritarle que le dijese a su hermano que me devolviese el dinero de la
entrada de cine, que me sentía estafado por él, por la Cadena SER y
por el mismísimo Carlos Boyero. Que estaba convencido de que la productora
había soltado, yo qué sé, 10.000 euros por esos diez minutos de radio hablando
de su TELEFILME y que a Carlos Boyero, por decir lo que dijo, igual otros mil.
Pero me calmé. Y, ¡qué
coño!, un cubata es un cubata. Que vale casi tanto como una entrada de cine,
ojo.